La teoría de Descartes que afirmaba que el dolor necesariamente provenía de los tejidos patológicos y que se hacía consciente en el cerebro ha quedado erradicada actualmente.

Hoy en día sabemos que a raíz de un estímulo nocivo percibido en los tejidos se desarrolla un proceso evaluativo de amenaza que provoca una serie de fenómenos centrales que desencadenarán dolor como señal de alerta. Por lo tanto, podemos decir que el dolor es una acción del organismo, una consecuencia conductual basada en las creencias, las experiencias y las expectativas de la persona que lo padece.

Puede haber tres contextos tisulares del dolor:

  • La muerte o daño celular real: existe un foco de necrosis (muerte celular) detectado por las células sanas que activarán una respuesta de protección y regeneración tisular.
  • El daño celular potencial: se percibe una amenaza de posible necrosis y se desencadena una respuesta de evitación previa.
  • El daño imaginado: vivido como real y basado en las vivencias aprendidas previamente. Estímulos y conductas inofensivas generan respuestas innecesarias de alerta-protección.

Los tres contextos activan de manera sincronizada múltiples áreas del cerebro implicando la transición al estado de alerta-protección. Por lo tanto, podemos decir que el dolor es una información de salida del cerebro, no de entrada. No debemos confundir la nocicepción (contextos tisulares percibidos) con el dolor (generado posteriormente como respuesta).

El dolor siempre es real, y sólo la persona que lo sufre lo conoce. En los casos de dolor crónico, hay una ausencia de daño que la explique o lo justifique biológicamente, pero existe un sistema de alerta-protección que evalúa y anticipa el peligro, aunque no esté.

El hecho de haber sufrido dolor durante mucho tiempo provoca una actitud de hipervigilancia debido a la creencia de que este problema no tiene ni tendrá solución. Conocer cómo funciona el mecanismo que desencadena el dolor puede ayudar a entender que nuestro aprendizaje es la clave para poder educar nuestro sistema neuroimmune.

Los profesionales de la salud deben ayudar a minimizar la incertidumbre y el miedo en relación al dolor, ofrecer estrategias (como por ejemplo el movimiento) para ayudar al aprendizaje de nuevas estrategias que ayuden a recuperar la confianza y la autoestima.

Para terminar, una reflexión: «Devolvamos al organismo sus ganas de explorar libremente el entorno, sin miedos inducidos por creencias erróneas» Dr. Arturo Goicoechea.

Fàtima Sultan Hamudy / Policlínica Comarcal del Vendrell