Los antibióticos han salvado millones de vidas en las últimas décadas, desde que en el año 1940 se iniciara la “era de los antibióticos” con la Penicilina.

Es imprescindible utilizarlos correctamente para que sigan siendo útiles y no contraproducentes. Para ello debemos resaltar una serie de puntos que son importantes tener en cuenta:

– Solo son efectivos para las infecciones causadas por bacterias. La mayoría de las infecciones infantiles están causadas por virus y por eso no se curan ni alivian con antibióticos. Ejemplos de las infecciones virales más frecuentes: catarro común, gripe y la mayoría de las gastroenteritis.

– La fiebre es un síntoma, es decir, una señal de alarma que acompaña a diversos procesos, y hasta tanto no contamos con un diagnóstico probable de su origen NO se trata con antibióticos. La evolución y duración de la fiebre no estará regida por la indicación precoz de un antibiótico, sino por la causa que genere el aumento de la temperatura corporal.

La ley prohíbe vender antibióticos sin receta. Sólo el médico los puede prescribir. No se deben tomar sin su supervisión.

No se deben usar los antibióticos que hayan sobrado de otros tratamientos. Estos se deben llevar al punto SIGRE (puntos de recogida en las farmacias) para su reciclaje.

No se deben suspender los antibióticos aunque desaparezcan los síntomas de la enfermedad, salvo por indicación médica.

– Los antibióticos son medicamentos seguros pero en algunos casos pueden tener efectos secundarios o producir alergias. En estos casos se debe consultar con el médico.

– Los antibióticos mal usados dejan de ser efectivos porque las bacterias se hacen resistentes a sus efectos. Esto supone un problema sanitario grave.

– Los antibióticos han de utilizarse con ciertas precauciones durante el embarazo y la lactancia. Estas circunstancias deben ser comunicadas a su médico.

-Recordar: Si usted toma un antibiótico para combatir un virus: NO CURARÁ la infección, NO AYUDARÁ a que se sienta mejor, NO EVITARÁ que otros se contagien.

– Por último: podemos prevenir el contagio de infecciones por medio de una adecuada higiene. Se ha de lavar las manos con agua y jabón, sobre todo antes de comer o dar el pecho a un bebé, y después de ir al aseo o de ayudar a su hijo cuando va al aseo, después de cambiar el pañal, después de limpiar o sonarse la nariz o ayudar a su hijo a hacer esto mismo y después de tocar una mascota. Enseñe estos hábitos saludables a sus hijos.

Dr. Novoa

Unidad de Pediatría